Autor: Iñaki Echarte Vidarte
Nos hemos convertido en cuerpos nocturnos, sea de día o sea de noche, que se sumergen en la oscuridad, en la precariedad o en la clandestinidad, con una única esperanza, llena de deseo y perversión que no parecen tener fin y que no siempre, casi nunca, queda saciada. Buscamos el contacto de otro cuerpo con una desesperación que se acerca a la locura. Un contacto torpe, en lugares inverosímiles, con cuerpos incómodos llenos de pequeñas imperfecciones. Encuentros fugaces que terminan con un sabor agrio de insatisfacción. Rostros que olvidamos, incluso cuando aún los tenemos frente a frente, porque no nos esforzamos en retenerlos en nuestra memoria. Encuentros furtivos de dos cuerpos ávidos de deseo, que no de amor, en parques públicos, baños de discoteca, lugares de trabajo, habitaciones alquiladas. Rincones sucios y oscuros, bares a medio cerrar, pisos heredados o coches ocultos en la oscuridad.
Puro deseo físico, conocimiento carnal, una sensación, el rostro sudoroso del cuerpo ajeno, quizás un nombre, sin apellidos y falso la mayoría de las veces, y, con suerte, algunos rasgos generales de la existencia ajena que apenas retienes más allá de una mera anécdota. Después te marchas, caminas sin mirar atrás, con una sensación de cansancio y de soledad que va sustituyendo al placer y que adormece tu cuerpo. Vuelves a tu cama vacía, o el lecho que compartes con otro cuerpo. O ni siquiera vuelves porque no has salido de tu lecho solitario de tu cama compartida.
La soledad de un (tu) cuerpo. Puedes apretarte, todo lo que quieras, a ese cuerpo que se volverá ajeno al doblar la esquina, al cuerpo al que escuchas respirar todas las noches a tu lado, pero tu cuerpo estará siempre solo, será una pieza única. Un cuerpo que camina en solitario. Aunque te empeñes en que otro cuerpo te acompañe, camine a tu lado, aunque nunca te separes de él. Tu cuerpo estará solo aunque otro cuerpo penetre en ti, aunque te introduzcas en otro cuerpo. Estarás solo. Ese acto de unión será único, mágico, inolvidable, adictivo. Será un momento de comunión. Pero continuaremos siendo huérfanos, cuerpos solos, a pesar de nuestros titánicos esfuerzos por no serlo.
Nos refugiamos en un espejismo. Creemos que con otro cuerpo al lado ya no estamos solos. Sin darnos cuenta de que algún día, tarde o temprano, nuestros cuerpos se separarán, sin que podamos evitarlo. Un cuerpo solo. Así empieza nuestra existencia, así termina. Hagamos lo que hagamos en ese intervalo al que llamamos vida.