LECTURA: El desafío de ser joven (para siempre)

Texto: Sebastián Porras

De un tiempo para acá me ha dado por querer entender lo que los movimientos juveniles implican para nuestras sociedades…
Creo que en una etapa del desarrollo humano que se caracteriza por la ocurrencia de grandes cambios, es natural que exista una necesidad de provocar, precisamente, grandes cambios… “como es adentro, es afuera”....
Este animo de transformar es algo que se puede prolongar durante toda la vida, o puede nunca existir en la medida en que cada quien se resista o no a las imposiciones de la cultura dominante. Es decir la juventud; entendida no necesariamente como una etapa biológica, sino como un estado mental y emocional, una actitud ante la vida.

A lo largo de la historia lo que ha distinguido estos movimientos es su sentido contra cultural. Hoy existen grupos de jóvenes que se constituyen en subculturas, como los emos, darketos, punks, hip hoperos, grafiteros, artistas, etc., que claramente transgreden patrones sociales y culturales aceptados por la generalidad como “normales”.

Por ejemplo, el movimiento gay – asumido como tal -, con su vivir cada vez más público, desafiante y digno; no sólo evidencia parte de una diversidad que, les guste o no, existe, sino también redefine lo que como sociedad entendemos del amor.
Si el común denominador es esa necesidad de transformar, podría decir que la variable serían los retos que es necesario superar para lograrlo. En el mundo de hoy, los instrumentos de la cultura hegemónica para dominar mentes (que también pueden ser utilizados en su contra), son más efectivos que nunca. Los medios de comunicación: el internet, la televisión y demás, tienen un poder de persuasión y de adormecimiento impresionante.

La cultura de consumo tiende a convertir cualquier iniciativa transgresora en un mercado cautivo, y suele suceder que lo que arranca como un movimiento “contra cultural”, termina ajustándose a la caracterización que el sistema ofrece (o impone). En vez de seguir profundizando en las cuestiones de fondo que le dan sentido, comienzan a preocuparse más por verse y actuar bajo los patrones de la cultura dominante… cayendo inevitablemente en el vacío.

En un mundo tan falto de humanismo, con tantas necesidades de cambio, es fundamental que los jóvenes de todas las edades nos reconozcamos como la fuerza motriz que somos o podemos ser, individualmente y como colectivo. Que en cualquier espacio en que estemos metidos, incluso en nuestra vida cotidiana y en nuestro trato con el otro, no dejemos de profundizar y luchar por ese cambio de paradigmas… de esa manera podremos escapar del vacío y darle sentido a nuestras vidas.

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